jueves, 13 de junio de 2013

Vacío

Hace 365 días y tres horas mi vida giraba en torno a una persona que había perdido. Pensaba en ella, intentaba saber de su vida, suspiraba por su regreso, pero sobre todo, la extrañaba. La extrañaba todos los benditos días. Cada hora, minuto, segundo. Una hora después, ni recordaba su nombre. Pasó.

No vale con verlo, temerlo o imaginarlo. Hay que vivirlo. Es la única manera de entender. Ni siquiera al momento lo comprendes - te impacta, pero es con el paso del tiempo que empiezas a sentirlo. Corrijo: con el peso del tiempo. Días, semanas, meses. Llega el año y sigues sin entender qué pasó, ni cómo, ni por qué. Cada vez pesa más la ausencia. Pesa más el vacío.

Dos meses después me encontré pensando en ella, por quien dedicaba el primer párrafo. Sabía que estaba lejos y me pregunté dónde. Aún la quería, por supuesto. Pero me di cuenta de algo. No la extrañaba. Para nada. Y no la había extrañado en dos meses. Fue allí cuando lo razoné:

Cuando extrañas a alguien que no puede volver, te das cuenta de lo estúpido que es extrañar a alguien que no quiere hacerlo.

Cómo iba a extrañarla? Ella decidió irse de mi vida. Ella podía estar a mi lado y optó por no hacerlo. Y ahí tenías a mi segundo padre, quien estaba seguro hubiera dado todo por volver a estar conmigo y con toda su familia. Nunca más la extrañé, ni a ella ni a ninguna otra persona que estuviera ausente por elección. No. Cómo iba a hacerlo?

Suficiente ya con todo lo que me falta. Porque a una persona no la pierdes una vez, ni dos, ni cien - la pierdes a diario. Es hacerte consciente que no volverás a verla, que no podrás oírla. Descubres cosas nuevas, detalles invisibles. Darte cuenta de que ese "Javi, y las novias?" era una motivación permanente. Saber que cuando todos te tildaban de flaco y que nadie apostaba una moneda por ti, él te llevó a un gimnasio y te aseguró que ibas a lograr todo lo que querías.

Y los arrepentimientos. Los malditos arrepentimientos. Cuánto lamentas no tomarte más fotos con él, no preguntarle más, no haber hecho más por él. Sentir que no diste por él ni una milésima de lo que él dio por ti. Penas inútiles porque al final del día sabes que él no podría estar más orgulloso de ti.

Perder a alguien cambia tu vida para siempre. A día de hoy, no puedo despedirme de alguien sin pedirle que se cuide. En cada chance le recuerdo a las personas que me importan cuánto las quiero. Salgo del gimnasio, miro al cielo, y le agradezco darme la oportunidad y la fuerza para estar donde estoy. No soy el mismo. Ni cerca.

Pero nunca, jamás, dejaré de extrañarlo. Ese vacío siempre estará en mi alma. Citando a Damon Salvatore:

Porque al final, cuando pierdes a alguien, todas las velas, todos los rezos, no van a compensar el hecho de que lo único que te queda es un agujero en tu vida donde esa persona que querías solía estar.

Te extraño Chucho.

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