lunes, 21 de febrero de 2011

La felicidad es una decisión

Estas cinco palabras del título las leí hoy en la red social Twitter, a manos de una amiga. De una vez sentí la necesidad de compartirlas a través de esa misma vía y por aquí, ya que a pesar de que al instante no les hice mucho análisis, sabía que son correctas.

Uno decide ser feliz, y lo es? Parece demasiado sencillo para ser verdad, y a la vez, imposible, por todas las cosas que vivimos día a día. Tristezas, rabias, decepciones, fallos, sueños destruidos, personas que se van. Tanta desgracia nos suele rodear que concluimos, con toda la seguridad del mundo, que la felicidad es algo casi inalcanzable, que solo obtendremos al final del camino: al graduarnos, al conseguir a esa persona, al terminar un proyecto que nos proponemos.

He ahí la muy popular frase, 'la búsqueda de la felicidad', que va desde ser el nombre de la gran película de Will Smith hasta ser pronunciada como uno de los tres derechos del hombre en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. El problema está en que las personas pueden llegar a tomarse todo muy literalmente, y el significado que le han dado a estas palabras no es una excepción.

Uno no busca la felicidad. En la búsqueda está la felicidad.

Pueden sonar estereotipadas esas palabras, pero por experiencia personal, me consta que es así. Esto seguro aplicará a todos, pero en muchos momentos de mi vida, yo emprendí a buscar la felicidad. Y al no encontrarla, me frustraba, y naturalmente, me alejaba más de ella. Era algo infructuoso, y que llevaba a decepcionarme, quejarme, y pensar que era inútil.

Pero en medio de toda esa desesperanza, puedo destacar cinco tiempos, quizás seis, en los que experimenté una semana, o un mes, o hasta más tiempo de algo que solo podría describir como felicidad. Plena, completa, sin verle defecto alguno. Y sonará exagerado, pero el detalle es que fue tan sencillo como declaran las palabras iniciales: lo decidí, y lo fui.

Como he repetido muchas veces en este blog, no fue fácil. Pero llegaban cosas a mi vida, que a pesar de que no eran lo que quería o lo que necesitaba, me hacían decirme a mí mismo que era suficiente. Que iba a ser feliz. Y sorprendentemente, me di cuenta de que lo único difícil era eso: el tomar la decisión. Porque la mayoría de nosotros, aún sin saberlo, tenemos miedo a ser felices.

A la final, es cuestión de perspectiva. Cada elemento se puede ver desde el ángulo que se quiera ver. Pesimistas son aquellos que tildan a las oportunidades como el camino al fracaso. Optimistas son aquellos que tildan a los fracasos de oportunidades. Y una persona que decide ser feliz, y que está convencida de ello, es un optimista: una persona que toma un diamante o un grano de oro y los observa por igual, desde el mejor ángulo.

Por eso, lo repetiré una vez más: la felicidad es una decisión. Es a la vez así de fácil y así de difícil. Mucho me costó entenderlo, pero aquí estoy, con una de las lecciones de vida más importantes que puede haber. Y entonces, ahora te toca a ti escoger si seguirás buscando la felicidad, o si tomarás la decisión y simplemente, serás feliz.

P.S.: sería injusto no dedicarle una rápida palabra al blog de la autora de las palabras que dieron raíz a esta entrada. Gran redacción y aún mejores pensamientos, altamente recomendado - Sobre la vida y sus desgracias

jueves, 17 de febrero de 2011

La teoría de la evolución de Mark Wahlberg

'La gente no cambia'. Frase repetida hasta el cansancio en todos los campos de la vida. Hay muchas variantes, desde refranes a consejos de que nunca debes confiar en alguien que te falla la primera vez, pero la versión que más me gusta es la mencionada a James 'Sawyer' Ford -Lost- y que luego él mismo repetiría: 'a tiger don't change their stripes'. O en español, un tigre no cambia sus rayas.

Qué tan cierto es esto? Tengo toda la seguridad de que si alguien saliera a la calle a hacer una encuesta, obtendría opiniones repartidas al 50%. Tenemos esa gente que decidió dar una segunda oportunidad y le salió perfectamente. Hubo cambio. Y tenemos aquellas personas que dieron una segunda, una tercera, y pare de contar cuántas oportunidades dieron y cada vez quedaron más decepcionados. Definitivamente, cero cambio.

Siendo sincero, en este instante no tengo una elección clara entre las dos posibilidades, pues haciendo retrospectiva en mi vida tendría razones para ser partidario de cualquiera. Aquí presento un poco de esto.

La más clara referencia para esto es el Javier del 2007, ya que a partir de ese año empecé a vivir una experiencia tras otra. Y comparando con este momento, evidentemente hay tremendo cambio. Para empezar, soy una persona infinitamente más madura. No dejo pasar oportunidades y aprovecho cada segundo al máximo. Me liberé de la presencia del pasado, el cual antes me atormentaba y me robaba el presente. Soy más fuerte. Entendiendo mejor la vida y a las personas. Pasé de basar mi relación con mis padres en pequeñas mentiras para poder salir a basarla en la sinceridad. Puedo abarcar mucho más. Ya no soy una persona inestable, y las tendencias auto-destructivas que aparecían en mis colapsos ni se asoman. Valoro el ayudar a la gente y el hacer cosas buenas solo porque sí. Y quizá la mayor de todas, entendí el significado de las palabras let go.

Esa lista tan larga parece confirmar que sí, podemos cambiar. Pero por otro lado...

Sigo siendo una persona masoquista - inconscientemente, SIEMPRE ignoro esas opciones que son 'mejores', y elijo aquellas que por muchas consecuencias puedan tener, son las que siento, las que quiero. Sigo siendo desinteresado, es decir, nada egoísta - no me importa tomar decisiones que me hagan daño si le traerán un bien mayor a otra persona. Sigo siendo detallista - podrían considerarme también obsesivo, o por otro lado perfeccionista, pero al hacer algo, lo pulo lo mejor posible. Sigo siendo humilde - quizá al decirlo lo dejo de ser, pero trato de nunca echar en cara a otras personas algo bueno para mí. Sigo siendo una persona que busca todas las respuestas, algo que no siempre es positivo. Y sigo siendo alguien que pone por delante de todo el perseguir mis sueños o metas.

Entonces, cambié? No cambié? Cambié solo en algunas cosas? La opción parece ser la tercera, pero si uno se fija bien, los adjetivos de los dos párrafos difieren enormemente. En el párrafo sobre los cambios hay muchos más elementos, pero son genéricos; por otro lado, en el párrafo previo habrán menos, pero son más específicos: son los que me definen.

Lo que trato de decir con esto se puede explicar mejor con unas palabras que Mark Walhberg dedicó a la revista Men's Health recientemente (claro está, traducidas):

'Es un dogma que las personas no cambiamos. Por supuesto que no. Cambiar es una admisión de error. Al diablo con eso. Nosotros evolucionamos. Con el paso del tiempo, aplicamos sabiduría, herramientas y ambición sangradas de la vida para convertirnos en lo que deseamos ser'.

Y por eso, estoy de acuerdo con Mark. Y con Sawyer. Nosotros no cambiamos. Un tigre no cambia sus rayas. Nosotros somos quienes somos y nunca dejaremos de serlo, sin importar si nos llegamos a perder. Por el contrario, nos desarrollamos, maduramos, y sobre todo, mejoramos. La vida nos proporciona las experiencias que hacen todo esto posible, sin obligarnos a 'cambiar'.

Por eso, deja de intentar cambiar a la persona con la que estás, o a tu amigo, porque eso sencillamente no es posible. Déjalo o déjala seguir su camino. Y más importante aún, deja de intentar cambiarte. Más bien, toma el paso adelante, y evoluciona.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Impulsividad

Hace casi dos meses, en una conversación sobre cualquier cosa, una persona reconoció una cualidad en mí. Me dijo que era muy impulsivo. Por supuesto, eso no era nada nuevo para mí. Lo que sí me sorprendió fue el hecho de que a pesar de tener tanto tiempo siendo así, nadie antes se hubiera dado cuenta. Era la primera vez que alguien me lo mencionaba. Y eso me puso a pensar, en qué momento nació esa impulsividad en mí? Y más importante, por qué?

Viendo mi vida de adelante hacia atrás, pude encontrar el momento a partir del cual empecé a ser así. Es una pequeña anécdota con la que trataré de ser lo más breve posible.

Dentro de no mucho serán cuatro años de eso, pero a mitad del 2007, hubo un momento en el que todo se alineó perfectamente para mí. Venía pasando muy malos ratos y de repente todo pareció arreglarse. Por una semana fui plenamente feliz. Y entonces se me presentó una oportunidad. Era la oportunidad con la que había soñado toda mi vida, y allí estaba. Solo tenía que tomarla, capturarla, hacerla mía. Me sentí listo, fui por ella, y qué pasó?

La dejé ir. Muchas excusas me di a mí mismo para justificarlo, y a pesar de que algunas eran muy válidas, la verdadera razón de no tomar el chance fue por el miedo. Tenía todo lo que necesitaba pero a la final dejé que ese miedo me dominara, y me acobardé. Porque verán, esa es la función del miedo: robarte oportunidades. En otra entrada hablaré más de esto mismo, pero el punto es que en esta ocasión lo logró a la perfección.

Ya al otro día pude notar las consecuencias de mi decisión -o más bien, no decidir-, que me trajo una cosa mala tras la otra y me llevó a vivir una época muy deprimente. Pero lo peor era el pensar en el hubiera. Y esta es otra verdad inrefutable de la vida: el hubiera es una de las peores cosas que te puede pasar en la vida. Cuando dejas ir una oportunidad, este verbo no es un pensamiento, sino más bien un sentimiento que te persigue, que te consume y que es capaz de robarte todo tu presente.

No fue sino hasta medio año después que me di cuenta de esto. Allí estaba, exactamente seis meses después y a exactamente la misma hora, en el mismo lugar en el que aquella maravillosa semana había empezado. Estaba lleno de polvo, pero era el mismo lugar. Me puse la misma ropa. Cerré los ojos. Empecé a rezar. Me puse el teléfono al oído. Y con toda la concentración que he tenido en mi vida, prendí el teléfono, esperando escuchar algo. Esperando, de alguna manera, haber vuelto en el tiempo. Y qué pasó?

Nada. Absolutamente nada. Podía estar en el mismo lugar, con la misma ropa, en la misma situación, podía haber rezado, pero eso no cambiaba nada. El tiempo ya había pasado y en ese momento, en esa nada, fue que comprendí que lo que pasó, pasó. Que ya era hora de seguir adelante. No fue fácil llegar a eso, y esa experiencia tan surreal marcó mi vida.

No mucho después me tocó vivir una situación muy similar a la primera, y la verdad, ni dudé. Me lanzé enseguida. Y desde ese día, soy una persona impulsiva. No pierdo el tiempo pensando, pues en lo personal, pensar solo me complica las cosas. Y mucho menos me dejo llevar por el miedo, pues es algo que superé hace mucho tiempo. Simplemente, tomo el momento tal como viene.

Así ha sido para cada decisión que me ha tocado desde entonces. Y claro está, aunque algunas me salieron de maravilla, me he llevado una infinidad de golpes. Pero saben qué? Para mí, no existe el hubiera. Y sobre todo, vivo sin arrepentimientos.

P.S.: o como diría Eminem,

Look, if you had, one shot, one opportunity,
to seize everything you ever wanted, one moment,
would you capture, or just let it slip?