En una entrada previa ya había comentado que luego hablaría del miedo, y a eso mismo me dedicaré hoy. En aquel momento di la mejor introducción posible - que el miedo tiene una función muy sencilla, la cual no es más que robarte oportunidades. Y lo peor del caso es que se presenta en tantas formas que se hace muy complicado el vencerlo.
Todos hemos sentido el miedo. Algunos más que otros, pero lo hemos vivido. Y en base a mi experiencia creo que todas estas variedades pueden agruparse en dos tipos básicos: el miedo a las aflicciones y el miedo a lo nuevo.
El miedo a la aflicción es el más común. Es el temor a que algo salga mal, a que una persona nos decepcione, a que un negocio nos salga mal, a que suframos un accidente. Es algo completamente normal. Después de todo, nada en esta vida tiene garantías de que sea perfecto, y por mucho que nos esforzemos y trabajemos, siempre está esa posibilidad de que las cosas no salgan como deseamos.
Aún cuando sea totalmente entendible y sea incorrecto culpar a una persona el sentirlo, este miedo a la aflicción no es bueno. El temer que algo no salga acorde al plan te roba el momento y no permite que disfrutes aquellos elementos que sí están corriendo como debe ser. Para ponerlo de otra forma: cuando exista la felicidad en tu vida, debes poner los dos ojos sobre ella, y no tener uno pendiente de los posibles infortunios.
Y está el otro miedo, uno del que se habla menos, pero que es mucho más letal. El miedo a lo nuevo. Y es que es un hecho irrefutable: las personas le tienen miedo a lo desconocido, al cambio. Cuando una persona tiene de frente una oportunidad que ha esperado toda su vida y que podría cambiarla en todos los sentidos, tiende a resistirse. Uno se acostumbra a lo que tiene y cuando se le plantea el voltear su mundo, se resiste a hacerlo. Plana y sencillamente, la gente le teme a la felicidad.
Probablemente no sea necesario decirlo, pero esto tampoco es bueno. Estas decisiones, que conllevan un efecto mariposa, por lo general son capaces de traer las mejores cosas de la vida. El pasado puede ser excelente, pero puede comportarse como una cadena: atándote y no permitiéndote viajar a un lugar nuevo, diferente, y sobre todo, mejor.
Más que obvio entonces: este temor no ayuda, y uno debe superarlo para poder llevar la vida que se merece. Y la mejor forma de hacer esto es aplicando un tercer tipo de miedo, pues al iniciar este escrito mentí al decir que existían dos: tenemos el miedo al miedo.
En resumen, el miedo te quita la vista de lo que tienes y te hace dejar ir oportunidades. Por eso, tenle miedo al miedo. Más que a este mismo, tenle miedo a lo que él te puede hacer. Será confuso pero si tienes ésto presente puedes afrontarlo, y ni siquiera hacen falta fuerzas para ello. Quizás una pequeña conversación de Lost ejemplifique mejor de lo que hablo..
James Ford: Estás asustada, no?
Cassidy Phillips: Un poco.
James Ford: Bueno, aquí están las buenas noticias cariño - todo el mundo está asustado. Y la cosa de la que más están asustados es de perder una oportunidad.
Por todo esto, concluyo de una vez: no dejes que el miedo te domine y te despoje de lo que tú te mereces. Tenle miedo al miedo.
lunes, 7 de marzo de 2011
lunes, 21 de febrero de 2011
La felicidad es una decisión
Estas cinco palabras del título las leí hoy en la red social Twitter, a manos de una amiga. De una vez sentí la necesidad de compartirlas a través de esa misma vía y por aquí, ya que a pesar de que al instante no les hice mucho análisis, sabía que son correctas.
Uno decide ser feliz, y lo es? Parece demasiado sencillo para ser verdad, y a la vez, imposible, por todas las cosas que vivimos día a día. Tristezas, rabias, decepciones, fallos, sueños destruidos, personas que se van. Tanta desgracia nos suele rodear que concluimos, con toda la seguridad del mundo, que la felicidad es algo casi inalcanzable, que solo obtendremos al final del camino: al graduarnos, al conseguir a esa persona, al terminar un proyecto que nos proponemos.
He ahí la muy popular frase, 'la búsqueda de la felicidad', que va desde ser el nombre de la gran película de Will Smith hasta ser pronunciada como uno de los tres derechos del hombre en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. El problema está en que las personas pueden llegar a tomarse todo muy literalmente, y el significado que le han dado a estas palabras no es una excepción.
Uno no busca la felicidad. En la búsqueda está la felicidad.
Pueden sonar estereotipadas esas palabras, pero por experiencia personal, me consta que es así. Esto seguro aplicará a todos, pero en muchos momentos de mi vida, yo emprendí a buscar la felicidad. Y al no encontrarla, me frustraba, y naturalmente, me alejaba más de ella. Era algo infructuoso, y que llevaba a decepcionarme, quejarme, y pensar que era inútil.
Pero en medio de toda esa desesperanza, puedo destacar cinco tiempos, quizás seis, en los que experimenté una semana, o un mes, o hasta más tiempo de algo que solo podría describir como felicidad. Plena, completa, sin verle defecto alguno. Y sonará exagerado, pero el detalle es que fue tan sencillo como declaran las palabras iniciales: lo decidí, y lo fui.
Como he repetido muchas veces en este blog, no fue fácil. Pero llegaban cosas a mi vida, que a pesar de que no eran lo que quería o lo que necesitaba, me hacían decirme a mí mismo que era suficiente. Que iba a ser feliz. Y sorprendentemente, me di cuenta de que lo único difícil era eso: el tomar la decisión. Porque la mayoría de nosotros, aún sin saberlo, tenemos miedo a ser felices.
A la final, es cuestión de perspectiva. Cada elemento se puede ver desde el ángulo que se quiera ver. Pesimistas son aquellos que tildan a las oportunidades como el camino al fracaso. Optimistas son aquellos que tildan a los fracasos de oportunidades. Y una persona que decide ser feliz, y que está convencida de ello, es un optimista: una persona que toma un diamante o un grano de oro y los observa por igual, desde el mejor ángulo.
Por eso, lo repetiré una vez más: la felicidad es una decisión. Es a la vez así de fácil y así de difícil. Mucho me costó entenderlo, pero aquí estoy, con una de las lecciones de vida más importantes que puede haber. Y entonces, ahora te toca a ti escoger si seguirás buscando la felicidad, o si tomarás la decisión y simplemente, serás feliz.
P.S.: sería injusto no dedicarle una rápida palabra al blog de la autora de las palabras que dieron raíz a esta entrada. Gran redacción y aún mejores pensamientos, altamente recomendado - Sobre la vida y sus desgracias
Uno decide ser feliz, y lo es? Parece demasiado sencillo para ser verdad, y a la vez, imposible, por todas las cosas que vivimos día a día. Tristezas, rabias, decepciones, fallos, sueños destruidos, personas que se van. Tanta desgracia nos suele rodear que concluimos, con toda la seguridad del mundo, que la felicidad es algo casi inalcanzable, que solo obtendremos al final del camino: al graduarnos, al conseguir a esa persona, al terminar un proyecto que nos proponemos.
He ahí la muy popular frase, 'la búsqueda de la felicidad', que va desde ser el nombre de la gran película de Will Smith hasta ser pronunciada como uno de los tres derechos del hombre en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. El problema está en que las personas pueden llegar a tomarse todo muy literalmente, y el significado que le han dado a estas palabras no es una excepción.
Uno no busca la felicidad. En la búsqueda está la felicidad.
Pueden sonar estereotipadas esas palabras, pero por experiencia personal, me consta que es así. Esto seguro aplicará a todos, pero en muchos momentos de mi vida, yo emprendí a buscar la felicidad. Y al no encontrarla, me frustraba, y naturalmente, me alejaba más de ella. Era algo infructuoso, y que llevaba a decepcionarme, quejarme, y pensar que era inútil.
Pero en medio de toda esa desesperanza, puedo destacar cinco tiempos, quizás seis, en los que experimenté una semana, o un mes, o hasta más tiempo de algo que solo podría describir como felicidad. Plena, completa, sin verle defecto alguno. Y sonará exagerado, pero el detalle es que fue tan sencillo como declaran las palabras iniciales: lo decidí, y lo fui.
Como he repetido muchas veces en este blog, no fue fácil. Pero llegaban cosas a mi vida, que a pesar de que no eran lo que quería o lo que necesitaba, me hacían decirme a mí mismo que era suficiente. Que iba a ser feliz. Y sorprendentemente, me di cuenta de que lo único difícil era eso: el tomar la decisión. Porque la mayoría de nosotros, aún sin saberlo, tenemos miedo a ser felices.
A la final, es cuestión de perspectiva. Cada elemento se puede ver desde el ángulo que se quiera ver. Pesimistas son aquellos que tildan a las oportunidades como el camino al fracaso. Optimistas son aquellos que tildan a los fracasos de oportunidades. Y una persona que decide ser feliz, y que está convencida de ello, es un optimista: una persona que toma un diamante o un grano de oro y los observa por igual, desde el mejor ángulo.
Por eso, lo repetiré una vez más: la felicidad es una decisión. Es a la vez así de fácil y así de difícil. Mucho me costó entenderlo, pero aquí estoy, con una de las lecciones de vida más importantes que puede haber. Y entonces, ahora te toca a ti escoger si seguirás buscando la felicidad, o si tomarás la decisión y simplemente, serás feliz.
P.S.: sería injusto no dedicarle una rápida palabra al blog de la autora de las palabras que dieron raíz a esta entrada. Gran redacción y aún mejores pensamientos, altamente recomendado - Sobre la vida y sus desgracias
jueves, 17 de febrero de 2011
La teoría de la evolución de Mark Wahlberg
'La gente no cambia'. Frase repetida hasta el cansancio en todos los campos de la vida. Hay muchas variantes, desde refranes a consejos de que nunca debes confiar en alguien que te falla la primera vez, pero la versión que más me gusta es la mencionada a James 'Sawyer' Ford -Lost- y que luego él mismo repetiría: 'a tiger don't change their stripes'. O en español, un tigre no cambia sus rayas.
Qué tan cierto es esto? Tengo toda la seguridad de que si alguien saliera a la calle a hacer una encuesta, obtendría opiniones repartidas al 50%. Tenemos esa gente que decidió dar una segunda oportunidad y le salió perfectamente. Hubo cambio. Y tenemos aquellas personas que dieron una segunda, una tercera, y pare de contar cuántas oportunidades dieron y cada vez quedaron más decepcionados. Definitivamente, cero cambio.
Siendo sincero, en este instante no tengo una elección clara entre las dos posibilidades, pues haciendo retrospectiva en mi vida tendría razones para ser partidario de cualquiera. Aquí presento un poco de esto.
La más clara referencia para esto es el Javier del 2007, ya que a partir de ese año empecé a vivir una experiencia tras otra. Y comparando con este momento, evidentemente hay tremendo cambio. Para empezar, soy una persona infinitamente más madura. No dejo pasar oportunidades y aprovecho cada segundo al máximo. Me liberé de la presencia del pasado, el cual antes me atormentaba y me robaba el presente. Soy más fuerte. Entendiendo mejor la vida y a las personas. Pasé de basar mi relación con mis padres en pequeñas mentiras para poder salir a basarla en la sinceridad. Puedo abarcar mucho más. Ya no soy una persona inestable, y las tendencias auto-destructivas que aparecían en mis colapsos ni se asoman. Valoro el ayudar a la gente y el hacer cosas buenas solo porque sí. Y quizá la mayor de todas, entendí el significado de las palabras let go.
Esa lista tan larga parece confirmar que sí, podemos cambiar. Pero por otro lado...
Sigo siendo una persona masoquista - inconscientemente, SIEMPRE ignoro esas opciones que son 'mejores', y elijo aquellas que por muchas consecuencias puedan tener, son las que siento, las que quiero. Sigo siendo desinteresado, es decir, nada egoísta - no me importa tomar decisiones que me hagan daño si le traerán un bien mayor a otra persona. Sigo siendo detallista - podrían considerarme también obsesivo, o por otro lado perfeccionista, pero al hacer algo, lo pulo lo mejor posible. Sigo siendo humilde - quizá al decirlo lo dejo de ser, pero trato de nunca echar en cara a otras personas algo bueno para mí. Sigo siendo una persona que busca todas las respuestas, algo que no siempre es positivo. Y sigo siendo alguien que pone por delante de todo el perseguir mis sueños o metas.
Entonces, cambié? No cambié? Cambié solo en algunas cosas? La opción parece ser la tercera, pero si uno se fija bien, los adjetivos de los dos párrafos difieren enormemente. En el párrafo sobre los cambios hay muchos más elementos, pero son genéricos; por otro lado, en el párrafo previo habrán menos, pero son más específicos: son los que me definen.
Lo que trato de decir con esto se puede explicar mejor con unas palabras que Mark Walhberg dedicó a la revista Men's Health recientemente (claro está, traducidas):
'Es un dogma que las personas no cambiamos. Por supuesto que no. Cambiar es una admisión de error. Al diablo con eso. Nosotros evolucionamos. Con el paso del tiempo, aplicamos sabiduría, herramientas y ambición sangradas de la vida para convertirnos en lo que deseamos ser'.
Y por eso, estoy de acuerdo con Mark. Y con Sawyer. Nosotros no cambiamos. Un tigre no cambia sus rayas. Nosotros somos quienes somos y nunca dejaremos de serlo, sin importar si nos llegamos a perder. Por el contrario, nos desarrollamos, maduramos, y sobre todo, mejoramos. La vida nos proporciona las experiencias que hacen todo esto posible, sin obligarnos a 'cambiar'.
Por eso, deja de intentar cambiar a la persona con la que estás, o a tu amigo, porque eso sencillamente no es posible. Déjalo o déjala seguir su camino. Y más importante aún, deja de intentar cambiarte. Más bien, toma el paso adelante, y evoluciona.
Qué tan cierto es esto? Tengo toda la seguridad de que si alguien saliera a la calle a hacer una encuesta, obtendría opiniones repartidas al 50%. Tenemos esa gente que decidió dar una segunda oportunidad y le salió perfectamente. Hubo cambio. Y tenemos aquellas personas que dieron una segunda, una tercera, y pare de contar cuántas oportunidades dieron y cada vez quedaron más decepcionados. Definitivamente, cero cambio.
Siendo sincero, en este instante no tengo una elección clara entre las dos posibilidades, pues haciendo retrospectiva en mi vida tendría razones para ser partidario de cualquiera. Aquí presento un poco de esto.
La más clara referencia para esto es el Javier del 2007, ya que a partir de ese año empecé a vivir una experiencia tras otra. Y comparando con este momento, evidentemente hay tremendo cambio. Para empezar, soy una persona infinitamente más madura. No dejo pasar oportunidades y aprovecho cada segundo al máximo. Me liberé de la presencia del pasado, el cual antes me atormentaba y me robaba el presente. Soy más fuerte. Entendiendo mejor la vida y a las personas. Pasé de basar mi relación con mis padres en pequeñas mentiras para poder salir a basarla en la sinceridad. Puedo abarcar mucho más. Ya no soy una persona inestable, y las tendencias auto-destructivas que aparecían en mis colapsos ni se asoman. Valoro el ayudar a la gente y el hacer cosas buenas solo porque sí. Y quizá la mayor de todas, entendí el significado de las palabras let go.
Esa lista tan larga parece confirmar que sí, podemos cambiar. Pero por otro lado...
Sigo siendo una persona masoquista - inconscientemente, SIEMPRE ignoro esas opciones que son 'mejores', y elijo aquellas que por muchas consecuencias puedan tener, son las que siento, las que quiero. Sigo siendo desinteresado, es decir, nada egoísta - no me importa tomar decisiones que me hagan daño si le traerán un bien mayor a otra persona. Sigo siendo detallista - podrían considerarme también obsesivo, o por otro lado perfeccionista, pero al hacer algo, lo pulo lo mejor posible. Sigo siendo humilde - quizá al decirlo lo dejo de ser, pero trato de nunca echar en cara a otras personas algo bueno para mí. Sigo siendo una persona que busca todas las respuestas, algo que no siempre es positivo. Y sigo siendo alguien que pone por delante de todo el perseguir mis sueños o metas.
Entonces, cambié? No cambié? Cambié solo en algunas cosas? La opción parece ser la tercera, pero si uno se fija bien, los adjetivos de los dos párrafos difieren enormemente. En el párrafo sobre los cambios hay muchos más elementos, pero son genéricos; por otro lado, en el párrafo previo habrán menos, pero son más específicos: son los que me definen.
Lo que trato de decir con esto se puede explicar mejor con unas palabras que Mark Walhberg dedicó a la revista Men's Health recientemente (claro está, traducidas):
'Es un dogma que las personas no cambiamos. Por supuesto que no. Cambiar es una admisión de error. Al diablo con eso. Nosotros evolucionamos. Con el paso del tiempo, aplicamos sabiduría, herramientas y ambición sangradas de la vida para convertirnos en lo que deseamos ser'.
Y por eso, estoy de acuerdo con Mark. Y con Sawyer. Nosotros no cambiamos. Un tigre no cambia sus rayas. Nosotros somos quienes somos y nunca dejaremos de serlo, sin importar si nos llegamos a perder. Por el contrario, nos desarrollamos, maduramos, y sobre todo, mejoramos. La vida nos proporciona las experiencias que hacen todo esto posible, sin obligarnos a 'cambiar'.
Por eso, deja de intentar cambiar a la persona con la que estás, o a tu amigo, porque eso sencillamente no es posible. Déjalo o déjala seguir su camino. Y más importante aún, deja de intentar cambiarte. Más bien, toma el paso adelante, y evoluciona.
miércoles, 9 de febrero de 2011
Impulsividad
Hace casi dos meses, en una conversación sobre cualquier cosa, una persona reconoció una cualidad en mí. Me dijo que era muy impulsivo. Por supuesto, eso no era nada nuevo para mí. Lo que sí me sorprendió fue el hecho de que a pesar de tener tanto tiempo siendo así, nadie antes se hubiera dado cuenta. Era la primera vez que alguien me lo mencionaba. Y eso me puso a pensar, en qué momento nació esa impulsividad en mí? Y más importante, por qué?
Viendo mi vida de adelante hacia atrás, pude encontrar el momento a partir del cual empecé a ser así. Es una pequeña anécdota con la que trataré de ser lo más breve posible.
Dentro de no mucho serán cuatro años de eso, pero a mitad del 2007, hubo un momento en el que todo se alineó perfectamente para mí. Venía pasando muy malos ratos y de repente todo pareció arreglarse. Por una semana fui plenamente feliz. Y entonces se me presentó una oportunidad. Era la oportunidad con la que había soñado toda mi vida, y allí estaba. Solo tenía que tomarla, capturarla, hacerla mía. Me sentí listo, fui por ella, y qué pasó?
La dejé ir. Muchas excusas me di a mí mismo para justificarlo, y a pesar de que algunas eran muy válidas, la verdadera razón de no tomar el chance fue por el miedo. Tenía todo lo que necesitaba pero a la final dejé que ese miedo me dominara, y me acobardé. Porque verán, esa es la función del miedo: robarte oportunidades. En otra entrada hablaré más de esto mismo, pero el punto es que en esta ocasión lo logró a la perfección.
Ya al otro día pude notar las consecuencias de mi decisión -o más bien, no decidir-, que me trajo una cosa mala tras la otra y me llevó a vivir una época muy deprimente. Pero lo peor era el pensar en el hubiera. Y esta es otra verdad inrefutable de la vida: el hubiera es una de las peores cosas que te puede pasar en la vida. Cuando dejas ir una oportunidad, este verbo no es un pensamiento, sino más bien un sentimiento que te persigue, que te consume y que es capaz de robarte todo tu presente.
No fue sino hasta medio año después que me di cuenta de esto. Allí estaba, exactamente seis meses después y a exactamente la misma hora, en el mismo lugar en el que aquella maravillosa semana había empezado. Estaba lleno de polvo, pero era el mismo lugar. Me puse la misma ropa. Cerré los ojos. Empecé a rezar. Me puse el teléfono al oído. Y con toda la concentración que he tenido en mi vida, prendí el teléfono, esperando escuchar algo. Esperando, de alguna manera, haber vuelto en el tiempo. Y qué pasó?
Nada. Absolutamente nada. Podía estar en el mismo lugar, con la misma ropa, en la misma situación, podía haber rezado, pero eso no cambiaba nada. El tiempo ya había pasado y en ese momento, en esa nada, fue que comprendí que lo que pasó, pasó. Que ya era hora de seguir adelante. No fue fácil llegar a eso, y esa experiencia tan surreal marcó mi vida.
No mucho después me tocó vivir una situación muy similar a la primera, y la verdad, ni dudé. Me lanzé enseguida. Y desde ese día, soy una persona impulsiva. No pierdo el tiempo pensando, pues en lo personal, pensar solo me complica las cosas. Y mucho menos me dejo llevar por el miedo, pues es algo que superé hace mucho tiempo. Simplemente, tomo el momento tal como viene.
Así ha sido para cada decisión que me ha tocado desde entonces. Y claro está, aunque algunas me salieron de maravilla, me he llevado una infinidad de golpes. Pero saben qué? Para mí, no existe el hubiera. Y sobre todo, vivo sin arrepentimientos.
P.S.: o como diría Eminem,
Look, if you had, one shot, one opportunity,
to seize everything you ever wanted, one moment,
would you capture, or just let it slip?
Viendo mi vida de adelante hacia atrás, pude encontrar el momento a partir del cual empecé a ser así. Es una pequeña anécdota con la que trataré de ser lo más breve posible.
Dentro de no mucho serán cuatro años de eso, pero a mitad del 2007, hubo un momento en el que todo se alineó perfectamente para mí. Venía pasando muy malos ratos y de repente todo pareció arreglarse. Por una semana fui plenamente feliz. Y entonces se me presentó una oportunidad. Era la oportunidad con la que había soñado toda mi vida, y allí estaba. Solo tenía que tomarla, capturarla, hacerla mía. Me sentí listo, fui por ella, y qué pasó?
La dejé ir. Muchas excusas me di a mí mismo para justificarlo, y a pesar de que algunas eran muy válidas, la verdadera razón de no tomar el chance fue por el miedo. Tenía todo lo que necesitaba pero a la final dejé que ese miedo me dominara, y me acobardé. Porque verán, esa es la función del miedo: robarte oportunidades. En otra entrada hablaré más de esto mismo, pero el punto es que en esta ocasión lo logró a la perfección.
Ya al otro día pude notar las consecuencias de mi decisión -o más bien, no decidir-, que me trajo una cosa mala tras la otra y me llevó a vivir una época muy deprimente. Pero lo peor era el pensar en el hubiera. Y esta es otra verdad inrefutable de la vida: el hubiera es una de las peores cosas que te puede pasar en la vida. Cuando dejas ir una oportunidad, este verbo no es un pensamiento, sino más bien un sentimiento que te persigue, que te consume y que es capaz de robarte todo tu presente.
No fue sino hasta medio año después que me di cuenta de esto. Allí estaba, exactamente seis meses después y a exactamente la misma hora, en el mismo lugar en el que aquella maravillosa semana había empezado. Estaba lleno de polvo, pero era el mismo lugar. Me puse la misma ropa. Cerré los ojos. Empecé a rezar. Me puse el teléfono al oído. Y con toda la concentración que he tenido en mi vida, prendí el teléfono, esperando escuchar algo. Esperando, de alguna manera, haber vuelto en el tiempo. Y qué pasó?
Nada. Absolutamente nada. Podía estar en el mismo lugar, con la misma ropa, en la misma situación, podía haber rezado, pero eso no cambiaba nada. El tiempo ya había pasado y en ese momento, en esa nada, fue que comprendí que lo que pasó, pasó. Que ya era hora de seguir adelante. No fue fácil llegar a eso, y esa experiencia tan surreal marcó mi vida.
No mucho después me tocó vivir una situación muy similar a la primera, y la verdad, ni dudé. Me lanzé enseguida. Y desde ese día, soy una persona impulsiva. No pierdo el tiempo pensando, pues en lo personal, pensar solo me complica las cosas. Y mucho menos me dejo llevar por el miedo, pues es algo que superé hace mucho tiempo. Simplemente, tomo el momento tal como viene.
Así ha sido para cada decisión que me ha tocado desde entonces. Y claro está, aunque algunas me salieron de maravilla, me he llevado una infinidad de golpes. Pero saben qué? Para mí, no existe el hubiera. Y sobre todo, vivo sin arrepentimientos.
P.S.: o como diría Eminem,
Look, if you had, one shot, one opportunity,
to seize everything you ever wanted, one moment,
would you capture, or just let it slip?
jueves, 27 de enero de 2011
Caminar, correr, volar
Hace más o menos unos siete años, en el carro sonaba una canción de Andy y Lucas cuya letra decía 'en estos tiempos quien no corre, vuela'. En ese momento mi padre me dijo 'eso es así, que no se te olvide'. Yo era un niño que no sabía de la vida, y no tenía idea alguna de lo equivocado que estaba él.
No es sino apropiado que mi primera entrada como tal hable de la que considero una verdad inrefutable en nuestra existencia: la vida va demasiado rápido. Y quizás parezca una oración mal redactada, pero es exactamente lo que quiero decir. La vida 'va', o avanza, a una velocidad alarmante que no espera a absolutamente nadie.
Para explicarlo, quizás deba decirlo de otra manera. Hace poco estaba reunido con gente cercana a mí y nos pusimos a recordar eventos muy importantes de nuestras vidas que habían tomado lugar hace nada. Solo que cuando hicimos las cuentas, nos dimos cuenta de algo - ya había pasado un año y medio. A pesar de tener el recuerdo fresco, la realidad era que esa memoria era mucho más lejana de lo que cualquiera de nosotros imaginaba.
Por qué pasa esto? Pues por el hecho de que mi padre estaba equivocado. Porque en la actualidad la mayoría de nosotros ni corre, ni mucho menos vuela. La gente se está conformando con caminar. Y caminar es esperar. Nos quedamos en nuestras casas, pegados a una pantalla, simplemente esperando. Esperando un cambio, esperando un milagro, esperando que los grandes momentos de nuestras vidas nos lleguen solos. Con la cobarde excusa de que 'todo llega a su momento', confiando en que un destino va a arreglar nuestra vida o hará las cosas por nosotros.
Y no es que esté mal tomarse un descanso de vez en cuando, pero el problema radica en que la vida no va a frenar porque nosotros lo hagamos. Y sin darnos cuenta nos despertamos en la misma realidad en la que estábamos, tal cual despertamos cada mañana, pero con una pequeña diferencia: no han pasado horas, sino semanas. Meses. Y en la mayoría de los casos, años.
Lo que le pasó a esas personas cercanas y a mí fue lo mismo que le sucede a más del 90% de las personas en este mundo: en un momento perdimos 'algo', y el perderlo nos quitó las ganas de correr. Ese 'algo' puede ser cualquier cosa, pero el punto es que nos hizo frenar, y aunque igual han llegado buenos momentos, cuando uno mira hacia atrás siempre se enfocará en esos momentos en los que corría. Porque los momentos en los que corres sin lugar a dudas terminan siendo los mejores de tu vida.
Pero no puedo cerrar sin omitir la parte más difícil, y es que correr al paso de la vida no es fácil. Para ello necesitas una meta o sueño que te motive, que te haga ponerte tus zapatos y te obligue a llevarle el ritmo. Y además, debes aprender a llevar los tiempos, porque si lo haces sin descanso probablemente te lleves un golpe cuando pares a tomar aire, que es algo que me pasó recientemente, y aún estoy recuperándome antes de arrancar la carrera nuevamente.
Independientemente de todo, necesito repetirlo: LA VIDA VA DEMASIADO RÁPIDO. Y por eso, tú tienes una decisión que tomar. Caminarás y dejarás que la vida te gane, perdiéndole la vista y dejándola irse lentamente? O me harás caso y correrás a su velocidad? Pero no olvides, también tienes una tercera opción.. por qué no te unes a mí, y más bien vuelas?
No es sino apropiado que mi primera entrada como tal hable de la que considero una verdad inrefutable en nuestra existencia: la vida va demasiado rápido. Y quizás parezca una oración mal redactada, pero es exactamente lo que quiero decir. La vida 'va', o avanza, a una velocidad alarmante que no espera a absolutamente nadie.
Para explicarlo, quizás deba decirlo de otra manera. Hace poco estaba reunido con gente cercana a mí y nos pusimos a recordar eventos muy importantes de nuestras vidas que habían tomado lugar hace nada. Solo que cuando hicimos las cuentas, nos dimos cuenta de algo - ya había pasado un año y medio. A pesar de tener el recuerdo fresco, la realidad era que esa memoria era mucho más lejana de lo que cualquiera de nosotros imaginaba.
Por qué pasa esto? Pues por el hecho de que mi padre estaba equivocado. Porque en la actualidad la mayoría de nosotros ni corre, ni mucho menos vuela. La gente se está conformando con caminar. Y caminar es esperar. Nos quedamos en nuestras casas, pegados a una pantalla, simplemente esperando. Esperando un cambio, esperando un milagro, esperando que los grandes momentos de nuestras vidas nos lleguen solos. Con la cobarde excusa de que 'todo llega a su momento', confiando en que un destino va a arreglar nuestra vida o hará las cosas por nosotros.
Y no es que esté mal tomarse un descanso de vez en cuando, pero el problema radica en que la vida no va a frenar porque nosotros lo hagamos. Y sin darnos cuenta nos despertamos en la misma realidad en la que estábamos, tal cual despertamos cada mañana, pero con una pequeña diferencia: no han pasado horas, sino semanas. Meses. Y en la mayoría de los casos, años.
Lo que le pasó a esas personas cercanas y a mí fue lo mismo que le sucede a más del 90% de las personas en este mundo: en un momento perdimos 'algo', y el perderlo nos quitó las ganas de correr. Ese 'algo' puede ser cualquier cosa, pero el punto es que nos hizo frenar, y aunque igual han llegado buenos momentos, cuando uno mira hacia atrás siempre se enfocará en esos momentos en los que corría. Porque los momentos en los que corres sin lugar a dudas terminan siendo los mejores de tu vida.
Pero no puedo cerrar sin omitir la parte más difícil, y es que correr al paso de la vida no es fácil. Para ello necesitas una meta o sueño que te motive, que te haga ponerte tus zapatos y te obligue a llevarle el ritmo. Y además, debes aprender a llevar los tiempos, porque si lo haces sin descanso probablemente te lleves un golpe cuando pares a tomar aire, que es algo que me pasó recientemente, y aún estoy recuperándome antes de arrancar la carrera nuevamente.
Independientemente de todo, necesito repetirlo: LA VIDA VA DEMASIADO RÁPIDO. Y por eso, tú tienes una decisión que tomar. Caminarás y dejarás que la vida te gane, perdiéndole la vista y dejándola irse lentamente? O me harás caso y correrás a su velocidad? Pero no olvides, también tienes una tercera opción.. por qué no te unes a mí, y más bien vuelas?
martes, 25 de enero de 2011
Un comienzo
Aunque probablemente la gran mayoría de la gente que lea este blog me conozca, creo que no estaría bien iniciar mi andanza en él sin hablar un poco de mí, o tal cual dice mi predecible título, sin un comienzo.
Lo único que puedo decir con seguridad es que me llamo Javier, que al momento de escribir estas palabras tengo 19 años, que aspiro a algún día graduarme de doctor, que me encanta el fútbol, que si me fuera posible borraría la palabra monotonía de mi diccionario, y que gran parte de mi vida ha girado en torno a Lost, algo que para muchos es una serie de televisión pero que para mí es algo más, mucho más. Algo que quizás un día pueda empezar a explicar.
Eso es todo lo que les puedo decir en este momento porque son las pocas cosas en mi vida que puedo tomar con completa objetividad. Lo demás es pura subjetividad, cosas que un día son de una manera, y que otro día serán de otra. Porque si hay algo más que puedo jurar, es que la vida corre demasiado rápido, y por eso cualquier otra cosa que les diga hoy, mañana va a ser totalmente falsa. De esto también les hablaré en el futuro.
Por qué decidí crear un blog? Podría dar rodeos pero la razón es sencilla: he vivido una cantidad enorme de experiencias, y a pesar de que me queda una infinidad por delante, creo que ya he conseguido un buen número de respuestas al misterio que llamamos vida, y tengo la confianza total de que al menos a una de las siete billones de personas que habitan en nuestro planeta puedo cambiarle la vida con mis palabras. Esa es definitivamente una de las cosas que espero conseguir antes de que mi tiempo aquí se acabe.
A cualquiera que decida acompañarme en este viaje se lo agradeceré, y espero no consideren su tiempo perdido al leerme, porque si es así quizás sería mejor que dejen de hacerlo. El tiempo es demasiado limitado como para malgastarlo en cosas que no enriquezcan su vida. Así que aquí me despido de ustedes, cerrando este nuevo comienzo.
Cheers.
Lo único que puedo decir con seguridad es que me llamo Javier, que al momento de escribir estas palabras tengo 19 años, que aspiro a algún día graduarme de doctor, que me encanta el fútbol, que si me fuera posible borraría la palabra monotonía de mi diccionario, y que gran parte de mi vida ha girado en torno a Lost, algo que para muchos es una serie de televisión pero que para mí es algo más, mucho más. Algo que quizás un día pueda empezar a explicar.
Eso es todo lo que les puedo decir en este momento porque son las pocas cosas en mi vida que puedo tomar con completa objetividad. Lo demás es pura subjetividad, cosas que un día son de una manera, y que otro día serán de otra. Porque si hay algo más que puedo jurar, es que la vida corre demasiado rápido, y por eso cualquier otra cosa que les diga hoy, mañana va a ser totalmente falsa. De esto también les hablaré en el futuro.
Por qué decidí crear un blog? Podría dar rodeos pero la razón es sencilla: he vivido una cantidad enorme de experiencias, y a pesar de que me queda una infinidad por delante, creo que ya he conseguido un buen número de respuestas al misterio que llamamos vida, y tengo la confianza total de que al menos a una de las siete billones de personas que habitan en nuestro planeta puedo cambiarle la vida con mis palabras. Esa es definitivamente una de las cosas que espero conseguir antes de que mi tiempo aquí se acabe.
A cualquiera que decida acompañarme en este viaje se lo agradeceré, y espero no consideren su tiempo perdido al leerme, porque si es así quizás sería mejor que dejen de hacerlo. El tiempo es demasiado limitado como para malgastarlo en cosas que no enriquezcan su vida. Así que aquí me despido de ustedes, cerrando este nuevo comienzo.
Cheers.
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